El ritmo al que corres (la velocidad) es un aspecto esencial a la hora de obtener modificaciones en tu forma física. En este artículo te contaremos qué sucede cuando correr más rápido de lo que deberías y que pasa cuando lo haces más lento.

CONTROL DEL RITMO AL QUE CORRES

Hay ocasiones en que sientes que estás a tope, te lanzas a entrenar y a la mitad del entrenamiento te ves obligado a bajar vertiginosamente el ritmo ¿Qué ha pasado?

Es muy probable que tu cabeza haya querido ir más allá de lo que tu cuerpo podía dar.

Es cierto que la motivación es muy importante y es una pieza fundamental a la hora de sobrellevar esfuerzos y sacrificios como puede suponer un ciclo de entrenamiento, pero aún así, eso no lo es todo.

La evolución deportiva y del entrenamiento tienen que ir también acompañando a la motivación.

Cuando te crees capaz de todo o estás muy motivado con tu objetivo, es fácil que te olvides de la planificación y trates de dar más de ti mismo.

Suele pensarse que si entrenas más rápido que el ritmo del marcado, alargas el entrenamiento o en definitiva, das más intensidad a tu entrenamiento, lo estarás haciendo mejor. Pero no, esto no es del todo así.

Guiado por esta creencia puedes haber empezado más rápido el entrenamiento pensando que podrías aguantarlo pero luego la realidad te ha demostrado lo contrario. Esta práctica es tan común como poco beneficiosa.

Si cuentas con una planificación correcta y adaptada a ti, lo que más te va a beneficiar es seguir los ritmos que tienes marcados en cada entrenamiento, aunque pueda parecerte que podrías dar más.

Dicho esto, analicemos las consecuencias de entrenar demasiado rápido o demasiado lento.

 

¿Qué pasa si hago mis entrenamientos más rápidos?

No es raro que un corredor popular peque de pasarse de rápido en sus entrenamientos.

De hecho suele ser un error muy frecuente entre corredores, más que el de hacer los entrenamientos lentos.

Desde la lógica, a todos nos puede parecer razonable en un primer momento pensar que si podemos entrenar más rápido es que estamos mejor.

Y que poder aguantar ese ritmo más fuerte nos impulsará a una mayor mejora ya que nos estamos exigiendo más. Pero en este caso, más es menos.

Hay que tener en cuenta que el entrenamiento debe ser contemplado como un trabajo que se realiza durante un largo periodo de tiempo y que tiene una evolución progresiva.

Esto supone que el esfuerzo es continuado y deben dosificarse las energías para poder aguantarlo. Sería algo similar a lo que sucede cuando corres una maratón, si aprietas demasiado al principio, es fácil que acabes pinchando y te cueste completar la prueba.

Para que nuestro cuerpo pueda asimilar los estímulos del entrenamiento, hay que ir dándoselos poco a poco y dejándole tiempo para recuperar.

Es al recuperar cuando el organismo asimila el trabajo y se produce el crecimiento muscular.

No serviría de nada entrenar de manera tan continuada o intensa que no diéramos tiempo a los músculos a recuperarse.

Así no podrían crecer y lejos de producirle algún beneficio lo perjudicaríamos acabando sobreentrenados. Notaríamos una bajada de nuestro rendimiento o que cosas que antes podíamos hacer, nos empezaban a costar más.

Algo similar pasa cuando quieres entrenar demasiado rápido. Cada entrenamiento tiene un ritmo de trabajo y una serie de características previstas con el fin de trabajar un determinado aspecto. Luego serán esos distintos factores que se han ido trabajando en cada sesión los que se combinen para juntos conseguir un buen resultado.

Si un entrenamiento está definido a un cierto ritmo, es porque es a ese ritmo al que se va a poder sacar el beneficio que se busca.

Podría ser que ese mismo entrenamiento hecho más rápido produjera también el beneficio perseguido pero, hay que tener en cuenta que hay más entrenamientos.

Es decir, a la hora de planificar ritmos también se tiene en cuenta el sometimiento continuado del corredor a sesiones de entreno ya que esto también acaba causando fatiga.

Por eso también se busca equilibrar cargas de entrenamiento tanto en la combinación de las sesiones semanales que se hacen como en los ritmos a los que se trabaja.

El fin es no causar una fatiga excesiva pero sí buscar siempre provocar un estímulo nuevo en el cuerpo.

Por el contrario, querer meter más ritmo en cada entreno es como pedirle al cuerpo que siempre se esté probando. Es estar siempre exigiéndole.

Así estamos dificultando su recuperación, asimilación del trabajo y provocando una fatiga excesiva. Esta práctica es más probable que acabe en bajada del rendimiento, lesión o desmotivación que en buenos resultados.

¿Y si algún día me veo forzado a correr más lento? 

Sin embargo, también puede pasar que algún día trates de seguir tu ritmo de entrenamiento previsto y veas que no puedes. Si esto sucede de manera puntual, no es preocupante.

Por diferentes circunstancias personales, anímicas o periodos de más estrés, puede ser que tu cuerpo vaya más bajo y no puedas exigirte tanto.

Tan importante es tener una planificación de entrenamiento y tratar de cumplirlacomo saber parar cuando tu cuerpo te lo pide.

A veces aunque la planificación marque unas cosas, el cuerpo responde de otra manera y saber escucharle y no llevarle al extremo es también fundamental.

Si algo así te sucede y hay algún día en que tienes que ir más lento o hacer alguna variación en tu entrenamiento, no pasa nada.

Sesiones puntuales no van a ser tan determinantes en todo el ciclo de planificación y en cambio pueden evitarte alguna sobrecarga que te pudiera penalizar más.

Otro tema sería que la bajada de ritmo entrenando se produjera de manera muy repetitiva. Aquí podría haber diferentes causas pero me inclino a pensar en dos principales:

  • No cuentas con una buena planificación adaptada a tu estado de forma.
  • Podrías haberte pasado queriendo entrenar de más anteriormente .

Todo esto partiendo de la base de que no se da el caso que arrastres alguna anemia o algún tipo de enfermedad o malestar físico.

La cuestión de la planificación es que si los ritmos que tienes programados están por encima de lo que puedes aguantar, puede ser que al principio del entrenamiento lo puedas llevar pero luego pinches.

En este caso habría que reajustar y revisar todo el plan de entrenamiento para lo que vendrá bien valorar cómo has ido respondiendo a los entrenamientos que has hecho.

En el caso de haberte pasado entrenando, vendría a ser lo que anteriormente he expuesto.

Cuando quieres dar más de lo que puedes, podrías aguantar unos días o semanas haciéndolo, luego el cuerpo acaba por no responder.  No lo has dejado recuperar ni crecer y acaba fatigado sin poder dar más de sí, supone más un retroceso que un avance.

Por todo esto conviene ser prudente y tratar de respetar los ritmos de entrenamiento.

Si se diera el caso de que es que en realidad puedes entrenar a mayor ritmo, lo adecuado sería revisar la planificación y reajustarla, más que ir apretando en cada entrenamiento.